Nací sin el gen de hacerme la difícil

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Nunca he sabido jugar al gato y al ratón… Estoy acostumbrada a decir lo que pienso, lo que siento y lo que espero de las situaciones en mi vida.

 

Esta es una desventaja, sobre todo en el terreno de las relaciones. Aunque los hombres se quejan todo el día de querer que las mujeres digamos lo que realmente pensamos, en la práctica aman la cacería.

 

A los hombres (por lo menos los que yo he conocido, y miren que la lista es larga) les gusta sentirse cazadores, les gusta acechar a su presa, perseguirla, trabajarla y convencerla para sentir que ganaron un premio.

 

Para muchos, entre más difícil la niña, más clavados están. Aman la cacería.

 

Y yo… no sé hacerme la difícil.

 

Si conozco a un tipo y me gusta, no me preocupa que se me note. Si me manda un mensaje y lo veo, contesto inmediatamente, no me espero 10 minutos para que piense que estoy ocupadísima y que no me emociona ver su nombre en mi pantalla.

 

Si me invita a salir y puedo… le digo que sí, y voy. No le invento que tengo millones de planes con mis amigas para parecer súper ocupada y no verme desesperada por querer salir con él.

 

Si salimos y me parece guapo… Se lo digo. No me paso la noche viendo a los chicos que pasan para hacerlo sentir menos guapo que todos los demás.

 

Si  me cuenta algo… le pongo atención. No volteo a ver mi celular para que piense que cualquier otra conversación es más interesante que la que estamos teniendo. Y le agradezco cuando hace lo mismo conmigo.

 

Si me quiero acostar con él… lo hago. No importa si es la primera cita, la 3ª o llevamos 3 meses viéndonos, si la química y el momento se dan, dormimos juntos. No sigo una regla de las 17 citas antes de acostarnos.

 

Y no disfrazo mi vida… Digo que me gusta la comida (y como enfrente de quien sea), que tomo cerveza, que odio tender mi cama y que nunca me peino. También, si sale en la plática, digo que me gusta el sexo tanto como a cualquier hombre.

 

No miento, ni disfrazo, ni maquillo, ni escondo… Claramente sigo soltera.

 

No sé hacerme la víctima y no sé fingir que quiero ser el ratón. Odio el estira y afloja de la cacería que tanto aman los hombres.  Nací sin el gen para hacerme la difícil.

 

Me encanta pensar que, tal vez, allá afuera, en una galaxia no muy lejana, se encuentra un hombre al que no le gusta cazar. Un hombre que prefiere que le digan las cosas de frente, que espere la respuesta de un mensaje, que valore que acepte salir con él el día que me invite, que le guste pensar que si me acuesto con él es porque siento la suficiente química como para hacerlo y al que no le importe con cuántos hombres haya estado antes que él.

 

Quiero pensar que me espera un amor que quiera estar conmigo y me lo diga, que espere que yo quiera estar con él y no me juzgue por decírselo, un hombre que se emocione el día que durmamos juntos y no piense que ya cazó y que es momento de ir por la próxima víctima.

 

Tal vez me muera soltera… Tal vez yo no soy la única, tal vez muchas chicas pensamos igual y tal vez haya muchos hombres allá afuera esperando encontrarnos.

 

Tal vez si todas empezáramos a jugar más a ser nosotras mismas y menos a ser ratones huidizos las relaciones serían más fáciles de disfrutar.

 

Cuéntenme si ustedes tienen el gen en mi Twitter: @Caro_Saracho 

 

Si sientes que esta historia la has vivido miles de veces no dejes de leer el libro de Caro Saracho, "Mesa Para Una". Lo encuentras aquí

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