¿Quién entiende a los hombres? Ni ellos mismos...

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Hombres, no podemos vivir sin ellos… pero tampoco con ellos. Así como son capaces de mandarnos a la luna y de regreso con un mensajito, también son dueños de las noches en vela que pasamos tratando de entenderlos y de nuestros peores arranques de ira.

 

Hay días en los que creo que sí estoy loca. No, no. De verdad. Un día vi un chistoretito en Facebook de que los días de las mujeres son una conjunción de todos los emojis habidos y por haber, mientras que los hombres pueden vivir en un mismo estado de ánimo las 24 horas.

 

La semana pasada que tuve uno de esos días en los que era mejor no salir de la cama y fingir demencia, pasé por todo el tablero de emociones en 12 horas: un minuto cantando a todo pulmón en el coche, otro en depresión total porque estaba lloviendo, después mentando madres porque el joven de Uber me preguntó cómo llegar a mi destino –¡para eso tienes WAZE!– , luego otra vez feliz en el gym y, en la noche, llorando a moco suelto por un capítulo de Friends que he visto –no es broma– fácil unas 50 veces. Hasta que me autoevalué y me dije a mí misma: “mí misma, ¿qué chingados?”.

 

Intenté encontrar el factor común que había causado todo ese rango tan primoroso de emociones y lo encontré: los hombres. Porque no importa si es tu papá, hermano, jefe, cuate, amante, novio, barista, chofer o el portero de tu edificio, todos ellos son –en gran parte– responsables de que naveguemos diariamente en un intervalo entre Mi pequeño pony y los Gremlins.

 

Aunado a este pensamiento –y en unos vinitos de jueves por la noche con las amigas–, llegué a una conclusión acerca del comportamiento de estos seres que aclaman ser sencillos, simples y fáciles de descifrar. NO LO SON. Son casi tan complicados como nosotras, la diferencia es que no muchas veces lo externan, mientras que nosotras amamos gritar a los cuatro vientos que estamos locas de atar, al borde de la furia, de la tristeza o de la felicidad y, por ende, ellos lo saben. Saben cuándo pasamos por cada una de esas emociones… ¿y nosotras? Nosotras tenemos que andar adivinando: ¿por qué trae cara? ¿Qué va a decir? ¿Le gusto? ¿Está cansado? ¿Enojado? Y empezamos a asumir cosas. He ahí nuestra desgracia. Nos hacemos tantas historias en nuestra cabeza que por eso llegan días en los que pensamos que, neta, estamos locas.

 

Ejemplos de hombres que nos sacan de quicio hay millones. Empecemos por los más comúnes:

 

1. El novio/esposo

 

Ya dominan lo que nos altera, nos pone de malitas y nos quita la paz. Entonces, ¿por qué se sorprenden cuando pasa? “Amor, ¿puedes tirar la basura?”, le dice ella al hombre. Pasan diez minutos, una hora, un día y la basura ahí. No hay sorpresa cuando la mujer, furiosa, agarra la bolsa y va ella misma a tirarla (junto con la poquísima paciencia que le queda). ¿Y qué pasa? Nosotras somos las histéricas. “¡Pero es que te lo pedí hace media hora!”, le grita. Dicho por un hombre, ellos necesitan tiempos de acción. Ejemplo: “Tira la basura AHORITA, por favor”.

 

2. El amante/galán

 

Se mensajean intensamente todos los días durante una semana, por fin la convence de salir y la pasan perfecto… hasta que, al siguiente día, silencio total. Pasan dos días más y nada. Ella decide escribirle –porque vivimos en un mundo de “equidad”– y él sigue sin responder, o bien, contesta “hola” y luego nada. Hombres, ¿¡qué onda!? Mejor digan: “sí, me la pasé perfecto, me gustas, pero te voy a escribir hasta dentro de un mes o hasta que esté caliente o tenga ganas de ir al cine”. Así, ya nadie espera nada y todos vivimos felices.

 

3. El amigo

 

Ay, ¡el eterno debate sobre si existe tal cosa como la amistad pura y verdadera entre hombre y mujer…! En lo personal, creo que sí. Pero siempre estará la incesante posibilidad de que no sea así y eso, a menudo, nos pone malitas de los nervios y hay que empezar a friendzonear.

 

4. El joven de la gasolinera

 

Ya sabe que probablemente no tengo idea de si mi coche está a punto de incendiarse porque está sobrecalentado, así que ahórrese la explicación –y yo, el pretender que le entiendo– y póngame el anticongelante.

 

5. El instructor del gym

 

Gracias por preguntarme si necesito ayuda una vez (ya sea por ligoteo o porque en serio me quieres ayudar). Si a la tercera recibes una mala cara, es porque ya te dije dos veces antes que ¡estoy bien! No quiero coquetear porque estoy bañada de sudor y tampoco quiero ayuda porque estoy corriendo en paz y haciendo como que escucho The Killers cuando en realidad estoy inspiradísima con Romeo Santos y me estás interrumpiendo en la mejor parte.

 

6. El jefe, los compañeritos de trabajo y el resto del mundo Godínez

 

En el mail escribí “adjunto archivo”. Por favorcito, chequen otra vez qué es lo que viene adjunto antes de decirme “no veo lo que pedí” o “no me lo mandaste”.

 

7. El portero

 

Es usted un amor, pero no siempre quiero platicar y no pasa nada si sólo entro en silencio a mi edificio y listo.

 

¡Ay, los hombres! No podemos vivir sin ellos… pero tampoco con ellos. Sí, como mujeres manejamos un variado rango de emociones durante el día, pero muy buena parte es gracias a ellos. Para bien o para mal, así como son capaces de mandarnos a la luna y de regreso con un mensajito, nuestro chocolate favorito o llevarnos a ver esa chick flick que morimos por ver, también son dueños de las noches en vela que pasamos tratando de entenderlos (¿por qué no me dijo buenas noches?) y de nuestros peores arranques de ira (¿¡para qué quiere un celular si no lo va a contestar!?).

 

Pero, al final, sin ellos no habría tantísimo material de discusión, queja, comentarios de los jueves de vinitos –las comidas de viernes, los domingos de brunch o los grupos de WhatsApp de Amiguis del Alma– ni posts en Púrpura.

 

Sin importar la edad, los necesitamos a ellos tanto como ellos a nosotras y los amamos sin control, así con su capacidad de hacer sólo una cosa a la vez, sus pocos poderes para leernos la mente, porque aman nuestra seguridad por sobre todas las cosas, porque aceptan todos los apodos cursis de la historia (gordo, bebé, amor, oruga, panzón) y porque hacen de nuestra vida algo mucho más divertido.

 

Artículo original de Daniela Zamudio... si les latió síganla en Instagram.

 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de actitudfem.com

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