El día que besé a un desconocido
Antes de contar esta historia, debo irme 8 meses atrás, cuando mi mejor amiga, Monse, estaba por viajar a Irlanda a perseguir al “amor de su vida”, aunque esa es otra anécdota.
Decidimos ir a un bar céntrico, al que alguna vez fui con mi ex novio, quien me inculcó el gusto por el rock y el metal. El ambiente era idóneo y la cerveza barata, por lo que ella también estuvo de acuerdo.
Ya entradas en alcoholes y en pláticas de despecho, no dudé en echarle el ojo al bajista de la banda local del bar.
“Me lo voy a ligar”, pensé, y puse en marcha mis nulas tácticas de ligue y procuré verme lo más “coqueta” posible. Al parecer, mi esfuerzo dio frutos, pues volteaba a verme mientras tocaba y me sonreía.
Finalmente, nada se concretó. Él siguió tocando y yo me acuerdo de poco, pues se nos subieron los tragos y nos ahogamos en la nostalgia de que nuestra amistad se viera mermada durante 6 largos meses.
El regreso “triunfal”
Hace unas semanas, fui a un restaurante con Paco, mi mejor amigo, y su novia, a quien anhelaba conocer. Yo estaba un poco “molestatirándoleaardida” porque el chico que me gustaba y prometió acompañarme, me plantó, así que mi ira me nubló la vista y, de pronto, como si de un cortocircuito se tratara, quise ir al bar de rock. “Estamos a una cuadra y quiero ver al bajista”, dije tomando mis cosas y apresurándome a bajar las escaleras de la taquería en la que estábamos.
Luego de una corta espera, logramos entrar al sitio, mientras cruzábamos entre la multitud. Ahí estaba él; sonriente, como siempre, mientras disfrutaba de su labor.
- ¿Qué hago? ¡Necesito que me note! – le dije a la novia de Paco.
- Pues acércate al escenario – replicó.
Más tardé en ponerme de pie que en llegar a éste. A los dos minutos, la banda dejó de tocar para tomarse un descanso, así que rápidamente mandé a mi acompañante al baño. Ella lo hizo y, de pronto, las miradas del bajista y la mía se encontraron.
“Casi por instinto”
Gracias a lo poco inteligente que soy en cuestiones de ligue, únicamente logré saludarlo con la mano. Y él respondió igual mientras bajaba las escaleras.
- ¡Hola! Me llamo Luis, ¿y tú? – dijo acercando su rostro a mi oído.
- ¡Hola! Yo soy Mariana – respondí tomándolo suavemente por el cuello.
Y fue así como casi por instinto lo besé. Honestamente, mi mente se hallaba en blanco, pues no suelo ir por la vida besando a personas que recién conozco. Para mi sorpresa, él me lo devolvió. Aún recuerdo que sus labios eran muy suaves, al igual que su cabello.
- No te vayas. Voy a ver algo con los de la banda y regreso – me dijo.
- Está bien.
Por supuesto, no lo esperé y volví a mi mesa. Luego de una ajetreada noche y de idas y venidas, continuamos besándonos entre sus intermedios.
- Debo irme. Mañana tengo clase y ya es tarde – le advertí entrada la madrugada.
- No te vayas, aún es temprano.
- Tengo qué.
- Te veo afuera, antes de que te vayas. Voy a dejar unas cosas a la camioneta. Nos vemos en la entrada del bar.
Y ahí fui de obediente, diría mi madre. Lo esperé 15 minutos con Paco, ambos cubriéndonos de la lluvia bajo su paraguas.
- Tengo frío y me estoy mojando los pies. Se me hace que ya se fue. Maldito bajista feo – miré a mi amigo.
- Ahí está, atrás de ti – respondió Paco, mientras nos daba algo de “privacidad”.
Volvimos a besarnos una vez más, me habló un poco de su vida y me despedí.
El después
Afortunada y desafortunadamente, la historia terminó ahí. Esto último porque resulta que durante una búsqueda extensiva en Facebook, me di cuenta de que él no estaba precisamente solo y aunque fueron sólo besos de una noche, me sentí mal por la otra chica.
Eso sí, a mi ego le vinieron bien, pues fueron justo el acento y cierre perfectos para una noche de rock y despecho.
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