'El día que me liberé de la religión y le reclamé mi cuerpo'

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Crecí con ideas, sobretodo de mi iglesia, de cosas que NO debía hacer: no sexo antes del matrimonio, no masturbación, no tatuajes, no perforaciones, no prendas indecentes, no alcohol, no cigarros (la lista de los NO era INTERMINABLE). Hasta que un día decidí liberarme de la religión y le reclamé mi cuerpo.

 

A los 19 años decidí hacerme una perforación en la nariz y 5 en las orejas. El obispo de mi iglesia se acercó y me dijo que esas cosas no le agradaban a Dios, así que ya sabía lo que tenía que hacer.

 

Aparentemente para mi iglesia una mujer de 19 años es suficientemente madura para contraer matrimonio y tener hijos, pero NO para soportar el peso de la responsabilidad que viene con la elección de hacer unos pequeños orificios en su piel.

 

Se supone que cada decisión que tomara debía ser pensada para el bien de mi futuro esposo. Tenía que preservar mi pureza para él, esforzarme por ser la mujer que él quisiera, confesarle todos mis pecados previos y esperar que aun así, él me aceptara.

 

Nadie podía tocarme, ni siquiera yo podía hacerlo porque la masturbación es un pecado. Después de todo, parecía que mi cuerpo no fue creado para que pudiera disfrutarlo.

 

Incluso fuera del contexto religioso, era muy consciente de que como mujer mi cuerpo era del dominio público. Opiniones sobre él abundaban.

 

Fue en ese momento cuando decidí tomar el poder sobre mi cuerpo y mi vida.

 

Cortesía: pinterest

 

Primero me rapé la cabeza, fue como una manera de liberarme, luego comencé a vestirme como yo quería, tops, jeans a la cadera. Comencé a bailar como me gustaba (sin importar si le agradaba o no a Dios), besé a cualquier extraño sólo para experimentar y no, NO me sentí culpable.

 

Después decidí tener sexo. Para mi sorpresa no fue tan simple como yo esperaba pues una parte de mí aún se preguntaba si eso estaba bien. Después de analizarlo un tiempo, comprendí que yo era dueña de mi cuerpo y, por tanto, de mis decisiones.

 

En los siguientes dos años rompí prácticamente todas las reglas religiosas con las que había crecido: bebí vino, me compré un vibrador, dormí desnuda y comencé a estar en paz conmigo misma.

 

Aprendí a confrontar las opiniones de los demás sobre mi manera de vestir y lo que me gustaba hacer y así, a los 33 años por fin pude sentirme libre.

 

Cortesía: pinterest

 

Fue un proceso complicado aprender de mí misma, quitarme todo el adoctrinamiento religioso con el que crecí. Por fin me di permiso de hacer lo que yo quería, lo que consideraba más sano y bueno para mí.

 

Conmemoré ese cambio de vida con un tatuaje, y sí, antes de hacerlo NO le pedí permiso a nadie. Ese dibujo era la prueba contundente de que por fin la única persona que tenía control y decisión sobre su cuerpo era yo. Para el resto de mi vida. Fue mi elección.

 

Relato tomado de Your Tango.

 

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