No tengas miedo de cambiar

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“Cambiaste”, de dijo con una risa nerviosa. “Me han dicho eso últimamente”, le contesté y sonreí.

 

Me estaba poniendo al día con un viejo amigo. El tipo de amigo que es un reflejo de esa parte que sólo le enseñas a unos cuantos; el tipo de amigo que te enseña lo lejos que has llego y todo lo que te falta por recorrer. Esa tarde platicamos en un café del aeropuerto por cuatro horas, contando todo sobre los últimos dos años, antes de que él tuviera que subir de nuevo al avión. Los viejos amigos son así de increíbles; nos conocimos de nuevo al instante.

 

Cuando las personas nos dicen que somos diferentes o que hemos cambiado, tenemos la tendencia de preguntar si es para bien o para mal. Porque usualmente el cambio no sólo se trata de cosas nuevas, regularmente es acerca de olvidar cosas viejas. Y a veces aquello que dejamos atrás no son cosas, sino personas. Darte cuenta que has perdido de vista a las personas que te conocían mejor, es difícil. O quizá ellos te perdieron de vista. De cualquier forma las cosas ya no son tan claras y todo mundo lo sabe.

 

Yo tengo vocaciones –en escribir, en enseñar, en estudiar y en ayudar- que frecuentemente me hacen reflexionar. A veces siento que parte de mi “trabajo” es ver a mí alrededor y reflexionar. ¿Qué son las relaciones entre relaciones? ¿Cuál es la distancia entre el ahora y el mañana? ¿Qué relación tengo con todo y todos? El problema de la reflexión es que constantemente terminas con más preguntas y pocas respuestas y por lo general un poco confundida… o muy confundida.

 

 

Pero la confusión no siempre es mala. Me gusta pensar en ella como una parada preventiva antes de tener claridad, o por lo menos antes de elegir algo. Si todos fuéramos un poco más honestos (o quizá no honestos, pero más conscientes) admitiríamos que nos pasamos más tiempo confundidos. Pienso que los mejores de nosotros, son aquellos valientes sobre su confusión y sobre todo, los que están dispuestos a estar equivocados sobre su confusión.

 

Creo que esto es necesario para cambiar. Y no porque somos pecadores que se encuentran dificultades para ser mejores cada día. O porque somos humanos y nos enfrentamos a la imprevisibilidad de la vida de vez en cuando. Porque en una vida donde conocemos diferentes personas, sobrevivimos distintas tragedias, encontramos amores extraordinarios -tenemos la capacidad de transformar los momentos más insignificantes en momentos llenos de grandeza –, y seguir siendo igual, a pesar de todo eso, sería completamente desgarrador.

 

A veces parece que no tenemos permitido cambiar, por miedo a lo que otros piensen o hagan. Se siente como si una vez que mostramos como cierto tipo de persona, entonces quedamos en la prisión de nuestro propio estereotipo. Pero para alcanzar nuestro destino debemos olvidarnos de eso.


Y cambiar requiere un gran esfuerzo –es cansado, exigente y muchas veces no es bienvenido. Pero entonces, en un momento de gran fortaleza, cuando decides que no te vas a aferrar con tanta fuerza, algo sucede. En ese instante lo sabes; ya no puedes regresar a ser la persona que eras antes.

 

Antes de que mi amigo se fuera le dije, “Sí, cambié. Y de verdad espero que haya trabajado tanto, sólo para seguir igual”.

 

Me sonrío sabiendo de lo que hablaba. Y el espejo de su rostro en el que me reflejaba, me dijo que lo estaba haciendo muy bien.

 

(via: Thought Catalog)

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