Todas somos GORDAS

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La báscula me dice tres kilos menos, y sonrío como si fuera el mayor logro que puedo conseguir. Es la necesidad de irme reduciendo, de llegar a ser tan pequeña que quepa en cualquier resquicio porque hoy mi enormidad me rebasa, no sé cómo manejarla, cómo esconderme.

 

O tal vez es lo contrario, deseo que todos me noten, que todos quieran tenerme a su lado, que mis dimensiones no sean amenazantes.

 

 

Entonces cierro la boca, reprimo mis antojos  y me dedico a soñar que un día, llegaré a ser tan liviana como la hoja que el viento arrastra consigo.

 

No importa la talla ni el peso, todas somos gordas.

 

Desde la niñez, crecemos con los ideales de belleza que encarnan las muñecas; en la adolescencia aspiramos a usar la ropa de moda con tallas imposibles y, en la edad adulta, la gordura se vuelve uno de nuestros mayores temores. A lo largo de la historia, la talla ideal de las mujeres se ha ido reduciendo y así, mientras que en el renacimiento el ideal de belleza era una mujer grande y con caderas anchas, en la actualidad, lo que más importa es tener una cintura estrecha pero la figura curvilínea.

 

Los estándares siempre han sido opresivos, pero hoy en día parece que la premisa es ir ocupando cada vez menos espacio, las mujeres grandes son amenazantes, no hay duda.

 

Todas somos gordas porque no importa que seamos talla 5,  7 o 13, siempre que nos miramos en el espejo nos vemos a partir de la mirada del otro, es decir, vemos lo que no somos y lo que se espera que seamos. Y aun inconscientemente deseamos encajar en el estereotipo pues, evidentemente, todas queremos ser “perfectas”.

 

Anhelamos ser lo suficientemente delgadas para caber en los brazos del otro, para encajar en un molde que no permite que nada se desborde, para no ocupar mayor espacio que el que se nos ha asignado, para sentir que tenemos el control cuando, en realidad, el control lo ejercen otros.

 

 

La gorda no es la mujer enferma de obesidad que requiere tratamiento médico, es aquella que encarna todos los prejuicios y estereotipos que la sociedad le suma: es descuidada, glotona, fea, asexuada, sin fuerza de voluntad, es ese sujeto que posee los peores defectos y a quien todos miran con asco o condescendencia.

 

Estamos condicionadas, sobre todo las mujeres, a ser cuerpo; a que la apariencia sea lo que defina la actitud de los y las otras hacia nosotras y a que dicha actitud sea la que construya nuestra autoestima y la confianza en nosotras mismas.

 

Por todo lo anterior, ser gorda, es un insulto a la sociedad y a un sistema capitalista y patriarcal que manipula los deseos de las mujeres para mantenernos dominadas, oprimidas y para inculcarnos necesidades falsas que nos hacen consumir productos con la intención de modificar nuestros cuerpos y ser “agradables” a la vista de los demás. Todo ello, a través de estrategias de manipulación que se exponen a través de los medios de comunicación, los cuales se encargan de patologizar el sobrepeso, de ridiculizar y excluir a las mujeres gordas y de promover un único ideal de belleza basado en la delgadez.

 

Yo estoy harta de ceder el control de mi cuerpo y de mi amor propio a los otros. Hoy decido rebelarme ante estos prejuicios y sobre todo, comenzar a cuestionarme:

 

¿Por qué no aceptar que la belleza viene en múltiples tamaños? ¿por qué la necesidad de parecer producción en serie?

 

Y finalmente, me pregunto: ¿por qué las mujeres tenemos la obligación velada de ser bonitas? ¿quién decidió que la belleza es un deber y no una opción?

 

Por eso es que ser gorda ha dejado de ser una ofensa para mí; porque no me veo como supermodelo, porque mi imagen corporal ha dejado de obsesionarme, porque me gusta disfrutar de la comida sin sentirme culpable, porque me niego a encajar en un molde opresivo y me niego a satisfacer la necesidad de control de esta sociedad.

 

Soy gorda porque me ejercito para sentirme bien y para divertirme, no para construirme un cuerpo “perfecto” con el objetivo ser admirado por los demás. Soy gorda porque me amo tal cual soy y quiero sujetarme únicamente a mis propias expectativas y deseos, no a los que otros se empeñan en hacerme cumplir.

 

Una sociedad obsesionada con la delgadez de las mujeres no está preocupada por su belleza, sino por su obediencia.

- Naomi Wolf

 

Sigue a Bea en su blog: La onironauta accidental y en Facebook.

Beatriz es literata, feminista y bailarina. Amante de música, la comida, los libros y los gatos. Me interesa todo lo relacionado con el feminismo, lo fantástico y el horror. Vivo en la búsqueda perpetua de la belleza y los placeres. 

 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de actitudfem.com

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