¿A dónde van las trabajadoras sexuales retiradas?

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Se llama Casa Xochiquetzal, y es el hogar de muchas mujeres. Xochiquetzal era la diosa azteca del amor sexual, y ellas son mujeres de entre 53 y 87 años que dedicaron sus vidas al trabajo sexual. A la fecha, la casa alberga 16 mujeres, todas ellas guardan historias impactantes, con un eje similar: La violencia, abuso y daños.


La casa surgió cuando Carmen Muñoz, otra mujer que trabajaba como sexo servidora, encontró a algunas de sus colegas durmiendo en la Merced. En la mayoría de los casos, estas mujeres fueron expulsadas y desconocidas por su familia, se quedaron en la calle debido a su profesión.

 



“Es un hecho recurrente que familiares, hasta los hijos, las abandonan, e incluso las lastiman, cuando descubren que son trabajadoras sexuales”, explica la directora del albergue, Jésica Vargas González al periódico New York Times.

Carmen decidió montar la casa. Recibió del gobierno el edificio, así como el apoyo de organizaciones feministas, fondos privados y públicos.

 



Una vez en pie, la casa ha sido el refugio de muchas mujeres, incluso algunas que no se dedicaban a dar servicios sexuales, pero que se encontraban desamparadas, violentadas o agredidas.

Las residentes actuales se dedican a limpiar su propio espacio, preparan su comida y ocasionalmente pueden elegir el canal de la televisión que se encuentra en el patio. Unas duermen cerca de sus libros, pues siempre tuvieron la aspiración de convertirse en escritoras, otras tienen trabajos estables y todas asisten a los talleres de cocina y arte.

 


“Hago bromas sobre mi vida para llevar el día a día, pero mi tristeza no tiene fin”, cuenta la residente María Norma Ruiz Sánchez, quien fue violada a los 9 años, e intentó suicidarse cuatro veces.

La casa Xochiquetzal no es sólo un acto de benevolencia, es un libro infinito, es una puerta abierta para conocer a las mujeres que ejercen una de las profesiones más estigmatizadas, es poemas, es historias infinitas, es un espacio de respeto.

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