10 minutos. 10 meses.

10 minutos. 10 meses.
10 minutos. 10 meses.
Recibe lo mejor de nuestro contenido en tu correo SUSCRÍBETE

Al hacer click en Suscribirme quedarás registrad@ a nuestro boletín el cual podrás cancelar en cualquier momento.

Llevo más de 10 minutos tratando de decidir cómo quiero iniciar este texto.

 

Llevo más de 10 meses tratando de decidir si escribo o no al respecto.

 

Ya lo hice. Con una línea. Como si por primera vez aparentemente no tuviera palabras... en realidad sí las tengo, sólo cuesta (duele) escribirlas.

 

Hace menos de 1 año fui abusada sexualmente. Quien lo hizo era alguien en quien yo confiaba, un amigo al que llegué a considerar casi familia, digamos que de todos los escenarios posibles en donde me he imaginado estando en riesgo, él era una persona que me ayudaría, no el “malo de la película”.

 

Es dífícil decir esas palabras: fui víctima de abuso sexual. Prefiero pensar que soy una sobreviviente.

 

No, no reporté a la policía porque no estaba en un país donde hablara la lengua, porque lo primero que hice al despertar después de esa terrible pesadilla (ojalá hubiera sido eso) fue bañarme, vomitar, bañarme, llorar. No había muestras de forcejeo, signos de violencia, ropas rasgadas, no, nada evidente. Yo lo único que quería era salir corriendo, dejar de verlo, pensar que todo pasaría.

 

Error. Al menos en mi caso -cada sobreviviente enfrenta esto de formas muy diferentes-, el no ser capaz de contar las cosas, hace que me duelan, por eso escribo. Solo no pensé que en esta ocasión tendría que estar narrando un episodio tan triste pero del que he aprendido mucho. No solo es el episodio, ese momento exacto donde está ocurriendo el hecho lo que duele. Después de eso, hay que enfrentarse a una avalancha de pensamientos y preguntas que a veces, no me dejan dormir. A algunas ya les he dado respuesta, otras tantas aún estoy tratanto de averiguar como darles “carpetazo”, y estoy segura que muchas otras cosas irán surgiendo en mi camino, y esto será parte de mi, pero no dejaré que me destruya.


1. No puedes dejar de confiar en las personas

 

Suena tonto después de contarles que quien me atacó era casi un hermano para mí. Sin embargo aprendí que no por ello hay que ver a todos los hombres (o mujeres) como enemigos, potenciales atacantes, violadores, porque no es así. Necesitamos creer en la gente, porque de lo contrario, andaremos por la vida con miedo -justificado-, pero eso, créanme, no es vida. Ayuda mucho rodearte de quienes te quieren para superar tu dolor, tu enojo, tu frustración.


2. No es tu culpa

 

Sé que quizás lo han leído una y otra vez… pero es la verdad. Una violación jamás sera culpa de un(a) sobreviviente. La decisión de cometer un acto tan reprochable recae en el violador, en quien daña física y emocionalmente a otro ser humano. Jamás debes sentir pena, e incluso si decides contarlo abiertamente, nunca debes sentirte avergonzada/o.


3. El desahogo es importante

 

Ya sea que, como decía ese comercial de nuestra infancia: “cuéntaselo a quien más confianza le tengas”, hables con algún familiar, con algún amigo/a, con tu pareja, es importante dejar salir lo que sentimos de alguna forma. Si consideras que hablar del tema aún resulta doloroso, o tienes miedo de ser juzgada/o por lo que te sucedió (es un sentimiento normal, sin embargo, lee el punto número 2 otra vez), encuentra una forma de canalizar tus sentimientos: ya sea pintando, cantando, bailando, corriendo, gritando a todo pulmón, escribiendo -como es en este instante mi caso-, verás como te hace sentir mejor.


4. No tengas miedo de buscar ayuda profesional

 

Llegó un momento (como a los 3 meses que sucedió) en donde me quebré. No podía dormir, despertaba en la madrugada sudando, llorando, bajé casi 10 kilos de peso -ya recuperados a base de perros (hot dogs), paletas de tres leches y mucho amor-, sentía que estaba perdiendo el hilo, algo así como volviéndome un poco loca. Eran demasiados pensamientos en mi cabeza, se atropellaban unos a otros, y ahí es donde uno de mis más queridos amigos me recomendó a una sicóloga.

 

En su momento, no pude iniciar las sesiones con ella específicamente, pero decidí buscar ayuda en sitios online y a su vez dar un poco de apoyo a otras personas que también han enfrentado situaciones similares a la mía o relacionadas con otro tipo de problemas (adicciones, depresión), así fue como encontré 7cupsoftea, e incluso escribí al respecto.

 

Durante las mañanas me daba un espacio de 1 a 2 horas para estar en el sitio, platicar con alguien sobre cómo me sentía, lo que pensaba, y después, dar mis consejos a alguien más. No tengas miedo de recurrir a foros, páginas, terapias cognitivas, si crees que te pueden ayudar, es porque quieres que así sea, y si lo haces, te aseguro que te sentirás muy diferente.


5. Aprende a reconocer tus “disparadores”

 

No sabía de que iba esto, hasta que un día, sacando algo de mi maleta, encontré la ropa que llevaba puesta el día que sucedió. Ese fue mi primer detonador, lloré casi 1 hora. Acto seguido, tiré esas prendas a la basura. No podía permitir que algo así se entrometiera en mi proceso de recuperación. En otra ocasión, fue un olor, no me hizo llorar, pero me hizo sentirme en una especie de limbo emocional, triste pero no tanto, enojada pero no tanto, frustrada pero no tanto, a partir de ese momento, el perfume no puede faltar en mi ropa, así, en caso de llegar a percibir un olor que detone mis malos recuerdos, inmediatamente huelo mi ropa para cambiar eso.

 

Una vez que detectes que cosas, situaciones, palabras o incluso olores, que te hacen recordar ese terrible episodio de tu vida, podrás actuar primero, prevenir que te invada la culpa (leer punto número 2 una vez más), el coraje, el dolor, y pronto tendrás nuevamente el control. Quizás llegue un momento donde poco a poco esos detonadores sean cada vez menores.


6. Nadie te puede obligar a denunciar

 

Esto es algo en lo que muchos hacen énfasis: ¿Por qué no denunciaste? Es muy probable que quienes hacen esta pregunta jamás han pasado por nuestra situación (lo cual es algo bueno), pero por favor, no insistan en que denunciemos. Efectivamente, la violencia sexual es de los delitos menos reportados en el mundo, y la verdad, no me extraña, no todas/os tenemos la cabeza en el momento para decir: “oh por supuesto, no me voy a bañar para poder ir a la policía más tarde”, yo me bañé apenas desperté, me sentía sucia, me sentía asqueada, lo que menos necesitaba en ese momento es tener que salir a la carretera, buscar la estación de policía, intentar explicarles en su idioma lo que sucedió y de lo que efectivamente ya no había prueba alguna. Simplemente, denunciar o no, es algo que cada quien decide, y no es algo malo que decidas no hacerlo. Punto.


Soy una persona que padece ansiedad, tengo problemas del sistema nervioso (congénito), y circunstancias de estrés, miedo o incluso mucha alegría, hacen que mi cuerpo se vuelva una máquina enloquecida: arritmia, presión muy baja o muy alta, hiperventilación, cansancio, temperatura corporal desajustada, etc. Cuando volví a ver a mi atacante, aproximadamente 3 meses después de lo sucedido, quiso saludarme como si nada hubiera pasado (¡ja, que huevos!), estábamos ahí rodeados de gente, y en mi cabeza había planeado 100 escenarios posibles sobre cómo sería sí alguna vez lo volvía a ver y lo que sucedió es que al momento de verlo y escuchar su voz, me dio un ataque de pánico. Me sentí como si estuviera en un universo paralelo… pero me tomó 10 minutos aproximadamente recuperar mi aliento, poner en orden mis ideas y poder enfrentarlo.

 

Al pasar a mi lado, lo alejé de las personas con las que venía y le dije: “durante estos días que nos veremos, no te atrevas a hablarme, a saludarme, a sonreírme, a acercarte a mi, porque de lo contrario voy a tener que explicar las razones por las que no deberías estar aquí.” Me pidió disculpas, le dije que no las necesitaba. Se mantuvo alejado de mí.

 

¿Es un proceso difícil? No voy a mentir, sí lo es. Pero vale la pena hacer todo lo necesario por recuperar nuestras vidas, por recuperar todo aquello que quizás perdimos en minutos u horas (confianza, autoestima, orgullo), no debemos, por ningún motivo, culparnos. Es normal que haya días malos, a veces lloro de la nada, a veces pienso en ese momento donde decía: no, una y otra vez, y en cómo no sirvió de nada; a veces pienso: ¿cómo sería si sus amigos, si sus familiares, si su novia supiera lo que hizo?, a veces simplemente despierto y digo: “un día más, soy más fuerte”.

 

La motivación para compartir esto no sólo es desahogarme (punto número 3), sino para hacer ver a otras personas que no están solas, que si esto les ayuda de alguna forma a entender sus demonios internos entonces es algo bueno, que no hay que sentir vergüenza, que no somos nosotros quienes hicimos algo malo y por lo tanto no deberíamos ser nosotros los que carguemos con culpas.

 

A ti, quizás te veré varias veces dado que trabajamos en la misma área (startups y tech), espero que jamás duermas tranquilo.

 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de actitudfem.com

Compartir en Facebook compartir en twitter, se abrirá en otra ventana Compartir en Pinterest Agregar a favoritos Enviar por correo electrónico