Jinan Nakshabandi

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Yo creo que si quieres paz en el mundo, necesitas empezar por ayudar a la gente y enseñarles buenos principios, y una buena forma de ver la vida. Todas las guerras comienzan con una persona que no se siente comprendida.

 

Yo vengo de una familia que no era muy aceptada por el resto de nuestros familiares y la comunidad. Mi mamá se casó con alguien que no era parte de la “familia”, no era árabe. Otro de los problemas a los que me enfrenté mientras crecía fue que mi piel es más oscura que la del resto de mi familia. Siempre me llamaron “la niña café”, y eso me hacía sentir inferior. Por eso me sentía diferente del resto de las chicas, pero también porque solía ser amiga de los niños y vestirme diferente. Los padres de mis compañeros de clase no querían que sus hijos se juntaran conmigo. A mí no me  importaba, yo era un espíritu libre.

 

Un día mi vida cambió por completo. La guerra entre Iraq e Irán comenzó, tuve que comenzar a usar el jihad. Tenía que cubrirme porque la gente pensaba que Dios estaba enojado con nosotros por no ser buenos musulmanes, que era un castigo por falta de fe.

 

Nos quitaron muchas libertades, especialmente a las mujeres. La guerra fue una experiencia tan horrible que me hizo ver el mundo de una forma distinta. Perdí a muchos amigos y familiares queridos.

 

Me gradué de ingeniería, y al principio fue muy difícil conseguir un trabajo por mi familia y todos los prejuicios que existían. Nadie me daba la oportunidad de trabajar. Todas mis hermanas estaban casadas menos yo, la gente me hacía de menos, pero yo vi ventajas en mis diferencias y cuando terminó la guerra, surgieron muchas oportunidades. Conseguí tres trabajos y me convertí en una mujer con mucho dinero. Entonces la gente me veía distinto, la “niña café” se volvió rica.

 

Entonces conocí a un hombre. Él era de una región pobre de Jordania. Nos queríamos casar, aunque mi familia se rehusó por tres años. Yo era tan feliz, tenía un esposo que me apoyaba y me amaba por quien era. Juntos tuvimos tres hijos hermosos, mi vida se sentía completa.

 

Después de tres años de matrimonio, él murió en un accidente. Con el corazón destrozado decidí que no quería que mis hijos crecieran en un lugar donde serían discriminados. Por eso vine a Jordania, para que mis niños conocieran sus raíces.

 

Fue impactante para mí. El pueblo era tan pequeño y las personas tan cerradas. Pero al mismo tiempo me sentía reconfortada, porque mi decisión de llevar a mi familia fue vista como un acto de respeto. Después de un año ahí decidí que la vida en ese pueblo era muy difícil, y sentí que era hora de regresar.

 

Pero la familia de mi esposo me dijo que no me podía ir, y que si quería abandonar Jordania tendría que hacerlo sin mis hijos. No hubo nada que yo pudiera hacer porque tenían razón, la ley los protege.

 

Así es que decidí quedarme, pero no podía hacerlo sola. Una mujer no puede vivir soltera ahí, por lo que tenía que casarme con uno de los hermanos de mi esposo. Uno de ellos ya estaba casado, y yo no quería ser su segunda esposa, así que decidí casarme con el otro, que era menor que yo.

 

Hablé con él y le dije que sería una buena esposa de acuerdo a sus reglas morales y que sólo le pediría una cosa a cambio, que me dejara trabajar.

 

Él aceptó y comencé a trabajar en el centro de cómputo. He creado un centro para mujeres en la comunidad, y soy responsable de algunos movimientos. Trato de enseñarles un mundo diferente.

 

Todo esto ha sido posible porque tengo una buena reputación, pero ha sido difícil mantenerla porque en ocasiones debo saludar de mano a los hombres, y ese tipo de actos debo justificarlos, y explicar por qué eran necesarios.

 

Ayudar a otras mujeres me ha ayudado a olvidarme de mi misma, pero en ocasiones es difícil y frustrante. Recibo propuestas impropias de los hombres con los que trabajo porque creen que soy fácil porque trabajo, y tengo que ser respetuosa al momento de decirles que no. Me siento especialmente frustrada cuando les reconocen a otros el trabajo que yo hago, porque soy mujer.

 

Pero sigo haciendo esto, informando a otras mujeres, para que las futuras generaciones puedan tener un futuro más brillante. Soy mujer y estoy orgullosa de serlo, y sé que algún día la idea de la mujer en mi cultura va a cambiar. Yo se que por fuera puedo parecer una mujer muy fuerte, pero en realidad soy como cualquier otra mujer. Quiero amar, quiero vestirme como me gusta, quiero expresarme, quiero tener los mismos derechos que los hombres. Me considero una mujer de paz porque quiero creer en un mundo mejor, y estoy tratando de crear ese mundo en el que pueda haber paz entre géneros. - Jinan Nakshabandi

 

Jinan Nakshabandi trabajó como voluntaria de la ONU en el programa JITCC de Jordania y es una asociada local del Cuerpo de Paz de Estados Unidos. En 2004 fue seleccionada para trabajar con el proyecto Millennium Development Goals que se trata de observar 15 comunidades en Jordania en temas de educación, medio ambiente, género y pobreza. Ayudó a crear la “Asociación Khuzama y Nafal para las mujeres de Safawi”. Jinan ha obtenido varios premios por su trabajo de ayuda a mujeres, jóvenes y desempleados. Actualmente trabaja en el Centro de Investigación y Desarrollo de Badeia como recaudadora de fondos y traductora. Su reto es crear conciencia acerca de la vida de las mujeres en la sociedad musulmana e involucrar a las mujeres en el proceso de desarrollo. 
 

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