Mi madre finalmente me habló de sexo…

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Por Melissa Tsang

Esta mañana, por primera vez en mi vida, mi madre y yo tuvimos una conversación sobre las relaciones y el sexo.

 

No era tanto una charla de confrontación que la obligara a plantear el tema. Duró sólo el trayecto de casa al trabajo e involucró muchas pausas de incómodos silencios.

 

Mi madre no es una persona muy elocuente, así que nuestros argumentos no son argumentos pues no son diálogos lineales, orientadas hacia un objetivo. Son más como sus lamentaciones mezcladas con silencio y resistencia.

 

Así que a pesar de que te cuento la  conversación a continuación, el detalle relevante es que  mi madre estaba confundida, consternada, y muy enojada.

 

 

Así es como ocurrió…

 

Mamá: (arranque de ira) ¿Quién es este tipo con el que sales? ¿Cómo es que no sé nada de él? ¿Qué hace?

 

Yo: ¿Por qué quieres saber?

 

Mamá: ¿Por qué? Porque soy tu madre, ¡tengo el derecho a saber!

 

Yo: Me refiero a, ¿qué quieres saber?

 

Mamá: Quiero saber de él, ¿qué hace? ¿Tienes algo serio con él?

 

Yo: Trabaja en la industria del cine. Es dos años mayor y sí, es algo serio.

 

Mamá: Está bien, entonces quiero hablar con este chico y quiero hablar con sus padres. Tu padre también estará de acuerdo conmigo. ¿Qué tipo de hombre es capaz de llevarte a su casa para pasar la noche con él?

 

Yo: Yo  creo que esta conversación no es acerca de que ustedes conozcan a sus padres sino  que tenemos que hablar acerca de mí, de mi cuerpo y de mis decisiones.

 

Mamá: No. ¿Por qué no puedo conocer a sus padres?

 

Yo: Claro que puedes. Podemos arreglar eso. Pero, ¿por qué estás tan nerviosa sobre lo que hago con mis relaciones? Soy lo suficientemente mayor como para tomar mis propias decisiones.

 

Mamá: No creas que no sé que ya tuviste sexo con él. ¡No tienes vergüenza !

 

Yo: Sí, sí tengo y él no es el primero.

 

(Pausa)

 

Mamá: Eres una mujer, ¿cómo puedes hacer eso con tu cuerpo? Sólo has estado saliendo por un corto tiempo con él y ya pasa esto? ¿Qué pasará si un día él dice que quiere terminar contigo? ¡Perderás tanto!

 

Yo: Yo hago lo que me hace sentir cómoda y lo que me hace feliz y sólo salgo con gente que puede respetar eso. Tomo mis propias decisiones de manera independiente, y eso es genial.

 

Mamá: ¿No tienes ningún sentido de la moralidad? El sexo es una cosa sagrada, y ni siquiera sé si lo tuyo es amor verdadero!

 

Yo: No, no lo es. El sexo no es sagrado. El sexo es sexo. La gente tiene sexo cuando están verdaderamente enamorados pero también tienen sexo cuando no lo están y lo hacen porque lo desean y nada más.

 

Mamá: No, no lo hacen.

 

Yo: Claro, tal vez no en tu círculo social. Pero sólo porque tu no sepas de gente que tenga sexo casual no quiere decir que éste no exista.

 

Mamá: Eres tan inmoral.

 

Yo: Estoy feliz.

 

Mamá: Claro, ahora, hasta que te arrepientas cuando tengas muchas enfermedades.

 

Yo: ¿Por qué no tenemos esta conversación cuando realmente hayas hecho algo de investigación?

 

Mamá: ¿Te crees muy lista?

 

Yo: En realidad, sí. He hecho mi tarea en el tema, y tú no.

 

 

Mis padres me quieren, nunca he dudado eso

 

Al crecer, mi mamá fue la persona que me llevó al mercado para que pudiera aprender que la papa de mi sopa provenía de la raíz del loto. Organizó mis pijamadas y evadió mis preguntas mientras cocinaba galletas en la cocina.

 

Mi papá y yo compartimos el trayecto a casa con las canciones de Westlife. Me enseñó a jugar baloncesto y me compró todos los helados que mi mamá no me quería comprar. Él era mi amigo especial, mi media naranja, mi entrenador de vida.

 

Pero merezco estar enojada

 

Mi cuerpo merece ser tratado con respeto. Mi cuerpo merece autonomía. Merece buscar el placer. Merece hablar por sí mismo.

 

Nadie puede hablar por mi cuerpo, más que yo. Y cuando estoy siendo tratada de una manera que viola esta verdad, pondré toda resistencia y con razón.

 

Merezco gritar "vete a la mierda" a mis padres como  un ejercicio para que entiendan que no necesito la aprobación de nadie, más que la mía para hacer lo que quiera con mi cuerpo.

 

Y volveré a decir "vete a la mierda" cuando me digan que alguien es lo suficientemente bueno o no para mí. No soy un premio, no tengo una etiqueta de precio, y aun así, soy la única que decide lo que valgo.

 

Lloro porque quiero todo. Quiero tomar mis propias decisiones y quiero que mis padres las acepten. Siento que no es mucho pedir, pero he aprendido que parte del crecimiento es acostumbrarte a tomar decisiones poco populares.

 

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