Abusando de un sueño

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No es nuevo que el sueño de la boda perfecta es un sueño que muchas mujeres compartimos. Cada una a nuestro mejor estilo. Para algunas, la boda perfecta es de una forma, para otras completamente diferente, pero lo que es verdad, es que desde que somos pequeñas, abonamos el terreno del sueño matrimonial con fertilizantes poderosos.

 

Eso, justamente, lo saben quienes trabajan en la millonaria y gigantesca industria del matrimonio.

 

Y no se me hace nada raro lo que estoy a punto de contarles, pero eso no quiere decir que no me llene de rabia tanto porque las novias se apend––– como porque del otro lado abusan a sus anchas:

 

Cirila está por casarse, se acerca la hora de escoger el vestido, cuestión que, como muchas saben, es casi el clímax de la boda. Todas las Cirilas soñamos con ese bendito día en el que nos quieran quitar el hígado a cambio de un vestido de novia.

 

Y caminamos por Masaryk abriendo la boca ante los multimillonarios vestidos que hasta parece que prometieran un matrimonio feliz. Lástima que así no sea.

 

Pero nada hay menos coherente en esta vida que una mujer que tiene puesto un vestido de novia aunado a cinco o más mujeres (entre familiares y amigas) que la miran con cara de borrego atropellado y sueltan dos que tres lagrimitas de emoción.

 

Entonces aparece la cazadora/vendedora que se afila sus garritas ante semejante presa fácil. Allí yace o yacerá la siguiente víctima a la que no queda más que desangrarle los bolsillos a costa del sueño más caro y fútil de su vida. Sí, fútil, leyeron bien.

 

Y es que nadie nos dice que no seamos idiotas y no caigamos en la trampa, porque resulta que detrás de ese merengue del sueño de la boda todas nos escondemos y justificamos cualquier cantidad de barrabasadas en nombre del “amor”.

 

Somos capaces de gastar cualquier cantidad de dinero avalando nuestras propias pend––– y siendo avaladas, también, sólo porque es una sola vez la que te vas a casar (bueno, eso dicen).

 

Y entonces, justo cuando estamos dispuestas a todo, aparecen estas arpías, generalmente mujeres también, que se inventan el mejor negocio de la vida para ellas y el peor para la novia.

 

Ahí les va: una tienda de alquiler de vestidos de novia promete traer el vestido que más te guste a equis precio, lo estrenas y luego lo llevas de vuelta a la tienda en donde se quedará para alquiler de otras novias. Lo que muchas no saben es que el costo de dicho vestido es exactamente el mismo de almacenes en Estados Unidos. ¡Pero qué viva salió la dueña de tan singular changarro!

 

Lo que importa no es que la gente sea una abusiva de lo peor, sino que haya novias que sean capaces de caer ante semejante trampa.

 

Esto nos dice que si a la personaja dueña de este negocio le funciona es porque vende, alquila y es próspero, lo que me lleva a pensar qué más alto porcentaje de lo que creemos son las novias que, en su frenesí preboda, son capaces de caer en lo que sea.

 

Así que, mis estimadas Cirilas casaderas, dejen de andar tapándose en la sombrita del árbol de “es que es mi sueño y siempre lo imaginé así y no me merezco menos porque mi papito dice que…” y sean inteligentes, que lo que les hará un matrimonio feliz no es el vestido, ni los zapatos, ni el menú, es que así como se esfuerzan en escoger el atuendo perfecto se espera que hayan escogido al novio perfecto.

 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de actitudfem.com

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