Lo que deberíamos saber a los 18

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La adolescencia es una etapa tan bella como compleja y no solamente porque los papás digan que uno se vuelve insoportable, sino porque estamos aprendiendo las claves de la vida —aunque creamos que ya nos las conocemos todas—.

 

Todos tenemos adolescentes cercanos que nos recuerdan la vitalidad de esos años, cuando desvelarse no era nada del otro mundo ni tomarse unos tequilas de la peor calidad daban cruda. Esa linda edad cuando las arrugas eran cosa de viejos y las responsabilidades se reducían a pasar exámenes así fuera de panzazo.

 

Entonces comenzamos con nuestra carrera emocional, damos nuestros primeros tumbos en tener relaciones que se pueden llamar relaciones y comenzamos a observar el, que a veces parece eterno, desfile entre el primer sapo y el gran amor de nuestra vida.

 

Aunque sería ideal traer instalado en el ADN las cosas que se aprenden con el tiempo, no está de más recordarnos que si ya las aprendimos a punta de madrazos de adolescencia, no se vale que las repitamos en nuestra adultez.

 

El amor no tiene por qué doler, ya nos dolió mucho cuando estábamos más jóvenes, cuando no sabíamos que eso que sentíamos era el estiramiento y calentamiento para el verdadero amor.

 

Un verdadero amor no controla tus actos. Una persona que te dice cómo te debes vestir, a qué hora debes llegar y qué lugares frecuentar, no te ama. Ni siquiera se ama a sí mismo, pues es tan inseguro que proyecta sus miedos contigo. Una pareja que te ama, ama quien eres tal cual eres, ¡por eso se enamoró de ti!

 

Uno de cada tres adolescentes, según estudios, sufre violencia —de diferentes tipos— en sus relaciones, en parte porque la edad no les ha permitido desarrollar por completo su personalidad y en parte porque la educación y el ambiente en el que viven no les refuerzan la seguridad en sí mismos y la libertad de ser quien quieran ser.

 

Una vez más, aunque estaría bien tener este conocimiento en la adolescencia y no haberte permitido estar en una relación en donde tu noviecito no te deje ponerte minifalda, es parte del camino del aprendizaje emocional a esa edad, pero no se vale seguir cayendo en los mismos errores de adultos, cuando, se supone, ya aprendimos esas pruebas.

 

El amor no limita. Un hombre o mujer que no te permite o te hace pesado el desarrollo de tu propia individualidad, no te ama. Una persona con estas características no goza de una individualidad sana y ello la lleva a no permitírtela tampoco. Una individualidad sana es imperante para el equilibrio en nuestras vidas.

 

Tener un grupo de amigas o amigos con quienes expresarte, con quienes compartir momentos y risas sin necesidad de que esté tu pareja siempre, es una necesidad e importante alimento para la individualidad. Hobbies e intimidad personal. No existe relación emocional sana sin que ambos tengan su propio mundo individual.

 

El amor no te obliga ni te chantajea para que cedas a hacer cosas que tú no quieres. Una cosa es ceder para que ambos hagan-compartan lo que le gusta hacer al uno y al otro —como, por ejemplo, ver una película en el cine que quiere ver él y ella no, o ir a la ópera que ella quiere ver aunque él no— y otra cosa muy diferente es aceptar hacer un trío porque es la fantasía de Cirilo y, si no lo hago, me va a dejar.

 

El amor no golpea, no lastima, no abusa. No hay pretextos ni excusas que valgan. Jamás, jamás, jamás hay un motivo válido para llegar a los golpes, ni provocación que disculpe un atentado físico o emocional.

 

Así que si hubiera querido tener una lección prematura en mi adolescencia es ésa: que el amor no inflige dolor de ningún tipo, porque cuando el amor duele con alevosía y ventaja, no es amor.

 

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista, mas no la ideología de actitudfem.com

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