Por qué diario me reviso la vagina

Por qué diario me reviso la vagina
Por qué diario me reviso la vagina
Recibe lo mejor de nuestro contenido en tu correo SUSCRÍBETE

Al hacer click en Suscribirme quedarás registrad@ a nuestro boletín el cual podrás cancelar en cualquier momento.

“¿Todo bien allá dentro?”, me pregunta mi roomate después de que llevo 30 minutos en el baño que compartimos.

 

“¡Sip!” le contesto rápidamente desde el frío piso de linóleo en el que estoy sentada. “¡Ahorita salgo!” Con el pequeño espejo compacto miro una última vez mi vagina, inspeccionando minuciosamente cada pliegue, borde y vello, al mismo tiempo que me levanto del piso. En cuestión de meses, esta escrupulosa examinación se ha convertido en una rutina diaria… y hasta el día de hoy, odio cada minuto de ella.


Todo comenzó después de que tuve sexo sin protección con un chico con el que salía meses atrás. El desapareció pocos días después de que hicimos lo que hicimos porque me dijo que “no sentía nada” (como muchos), dejándome con mi arrepentimiento por haber decidido acostarme con él. Una semana después noté una pequeña protuberancia en la vulva, justo en la entrada de la vagina (donde insertas el tampón). No pensé mucho sobre eso y aseguré que era un barrito, pero días después, había crecido y tenía un aspecto mucho más sospechoso. No me dolía, no secretaba nada, ni se veía como ninguna ETS que conociera, pero no estaba ahí antes y definitivamente no lucía normal.


Dada la coincidencia temporal con el tipo con el que decidí acostarme, pasé incontables horas en Google revisando imágenes de ETS, desde herpes hasta sífilis, tratando de auto diagnosticarme vía web, incluso le mandé fotos a mi hermano, pero no encontré una respuesta concreta. Aun así, la bolita color carne lucía como una verruga, por lo que supe que era mejor irme a checar.


Conseguí una cita lo más pronto posible con mi ginecólogo, pero quería –no NECESITABA- respuestas antes de eso. Si tenía una Enfermedad de Transmisión sexual, necesitaba saberlo inmediatamente, así que la opción más rápida era Planned Parenthood. Estaba tan preocupada por mi vagina que no estaba durmiendo y hasta tuve un ataque de pánico cuando asumí que tenía una verruga genital. ¿O qué tal si tenía herpes ¿O un tumor? Estaba hiperventilando, sudando a través de la ropa, le hablé a mi mamá para que me calmara (lo que OBVIAMENTE no paso, porque mi mamá no sabe nada de mi vida sexual y así es como quiero que siga, pero eso sólo demuestra lo asustada que estaba).


Al día siguiente, fui a Planned Parenthoof, donde el doctor me revisó abajo y me dijo que la protuberancia lucía “inofensiva, como un quiste o algo”. Me fui de la clínica sintiéndome un poco aliviada, pero con la seguridad de que eso era algo más de lo que lo que me dijeron.

 

Quería ver a otro doctor. Justo al día siguiente, fui a otra clínica de Planned Parenthood y me dijeron que tenía “un vello enterrado” y que me remojara en agua tibia. Todavía no me sentía satisfecha, principalmente porque el vello no crece ahí. Un día después fui a otra clínica y el doctor me dijo que “no se veía como una verruga”, pero que necesitaría una biopsia para estar seguro y que ese procedimiento sólo se podía hacer en el consultorio de mi ginecólogo.


Pocos días y lo que parecieron 30 años después, me encontré, de nuevo, en un bata y sobre estribos. Mi ginecólogo me examinó y me dijo que la misteriosa mancha podía ser una verruga, pero que al tacto no que se sentía como una. La otra posibilidad es que fuera un quiste benigno. Me dio la opción de removerlo con la advertencia de que “va a ser doloroso porque voy a tener que cortar una superficie lo suficientemente grande para la biopsia”.

 

Era la única forma de saber con seguridad qué es lo que estaba creciendo en mi cuerpo, así que opte por removerlo. El dolor del corte fue horrible y el proceso de curación fue peor. Imagina ser incapaz de caminar, sentarte, pararte u orinar sin que un gran pedazo de tu vagina sangre, arda o constantemente este en contacto con la ropa. No estaba en un área donde pudiera poner una curita y dar por bueno el día.
Cuatro días después de mi biopsia, recibí una llamada del doctor avisándome que los resultados había llegado. Ella estaba sorprendida al saber que la lesión que me removieron de la vulva era una VIN3 (Neoplasia vulvar intraepitelial). El 3 se refería a la tercera etapa del padecimiento, un grado alto y avanzado de pre cáncer en la vulva.

 


Cuando le pregunté a mi doctor las causas de esto, me dijo que es por VPH, que casi todas las mujeres tendrán en algún punto de sus vidas, aun cuando la mayoría no tenga ningún síntoma. Lo chistoso es, que en la biopsia salí negativo en VPH y muchos otros exámenes que me hice años antes de ese.


Sólo una vez salí positiva por VPH y subsecuentemente recibí inyecciones de Gardasil para prevenir el desarrollo de otros tipos de virus de papiloma. Después de esa vez cuatro años atrás, nunca volvía a salir positivo por VPH. Soy una mujer joven y saludable, que come bien, se ejercita y no fuma, pero he tenido algunos encuentros sexuales sin protección.


Mi riesgo era bajo, pero estaba ahí, y como dijo mi ginecóloga, tener VIN3 era como “ganar la peor lotería del mundo”.


Rara y no deseada. Una vez que me dieron el diagnóstico, tuve que ir a ver a un oncólogo para que examinara mi vulva y se asegurara de que no existieran otros signos de pre cáncer. Afortunadamente, me dio buenas noticias y me dijo que el área que removieron era la única infectada –pero ese no fue  el final de mi miseria.


Debido a que la lesión apareció tan rápido y en una etapa tan avanzada, me dijeron que debía revisarme regularmente en el espejo, para asegurarme de que no hubiera otras protuberancias o lesiones relativas.


Desde que estoy en alerta máxima, he visitado al ginecólogo dos veces más por falsas alarmas: una fue un barrito y otra un vello enterrado. Pensar que cada bolita en mis genitales pudiera ser cáncer es una experiencia terrible, pero ha sido una llamada de atención. A mi vulva le tomó meses recuperarse, no pude tener sexo y orinar era doloroso. Pero la peor parte fue saber que de no haber sido tan insistente sobre checarme la protuberancia, en este momento podría tener cáncer. Diablos, podría estar muerta.


Así que ahora, igual que lavarme los dientes, ponerme crema y tomar mi desayuno, revisarme la vagina forma parte de mi rutina diaria. Es molesto, y honestamente, pensar que la examinación es necesaria es un poco vergonzoso, además de que no puedo solamente “aceptar mi vagina” como es.


Algunas pensarán que estoy paranoica, pero entiendo al chequeo diario de mi vagina como una precaución, de la misma manera en que otros que no quieren cáncer de piel se aplican diario protector solar. Antes no fui cuidadosa, así que mejor lo soy ahora. Porque nunca es demasiado tarde.


(via: The Frisky)

Compartir en Facebook compartir en twitter, se abrirá en otra ventana Compartir en Pinterest Agregar a favoritos Enviar por correo electrónico