Qué es la vulvodinia

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La vulvodinia es un dolor crónico en la vulva que hasta recientemente los doctores no reconocían como un síndrome doloroso. Es por eso que no sabemos exactamente cuántas mujeres lo padecen, podrían ser desde 200 mil hasta seis millones de mujeres en el mundo. Este síndrome se caracteriza por un dolor en los labios vaginales, el clítoris o la entrada de la vagina.

 

Como es algo muy desconocido por el momento la información que existe al respecto es muy general. Le puede dar a cualquier mujer sin importar raza o edad, puede ser que sientas dolor todo el tiempo o sólo de vez en cuando, y que sientas la incomodidad en todo momento o cuando realizas actos específicos (como correr o tener relaciones sexuales).

 

Las mujeres que lo padecen lo describen como un ardor o como el dolor de una cortada. Existen algunos medicamentos y cremas que ayudan a controlar la sensación de ardor o para desinflamar. Hay quienes aseguran que algo tan simple como cambiar de detergente de ropa puede hacer la diferencia, y otros casos muy extremos que requieren de cirugía.

 

Buscando información al respecto nos topamos con la historia que una chica escribió para la revista Cosmo. Fue su relato lo más concreto que hemos encontrado acerca de este padecimiento. Te contaremos un poco de su historia por si has sentido algo similar.

 

Para ella todo comenzó durante la universidad cuando le dio una infección vaginal. El ardor no se iba sin importar cuantas cremas para infecciones probara. Después de algunos meses y muchas pruebas de enfermedades de transmisión sexual (que salieron negativas) un ginecólogo especialista la diagnosticó con vulvodinia. El doctor le explicó que la infección vaginal había causado que su vulva ardiera constantemente, y por eso los músculos de su vagina se contraían todo el tiempo y le provocaba dolor.

 

Los doctores le explicaron que no hay una cura para la vulvodinia, pero hay algunos doctores que creen que las molestias se pueden disminuir. Por eso intentó tomar antidepresivos en dosis pequeñas y asistió a fisioterapia, en la que un doctor le daba masaje interno una vez a la semana. Además, tenía que usar un dilatador (que se ven como dildos) por un par de horas todos los días para relajar los músculos de su vagina, pero nada de esto ayudó. Estar sentada en su escritorio le causaba tanto dolor que se tenía que parar cada 20 minutos “al baño”.

 

Durante los cuatro años que duró su tormento, ella conoció a un chico y se casó. Después de explicarle cómo funcionaban los dilatadores y que tenía que usar cremas para adormecer la entrada de su vagina antes de tener sexo, lograron tener una vida sexual relativamente normal, pero aún así había veces en las que el dolor era tan intenso que él no podía si quiera tocarla.

 

Por casualidades del destino se enteró de un doctor de New Hampshire que estaba experimentando con Botox. El doctor lo coloca para “congelar” los músculos vaginales y disminuir el dolor. Después de la operación ella tuvo que usar dilatadores por dos horas todos los días mientras el botox hacía efecto. Aún no se siente del todo cómoda en sus jeans, pero tener sexo ya no es doloroso.

 

Dentro de cuatro meses el botox perderá efecto, pero para entonces sus músculos ya deben haber aprendido a relajarse. Ella está pensando en hacerse otro tratamiento para ver si puede disminuir su nivel de incomodidad con la ropa, pero por el momento ya se siente mucho mejor.

 

Este tipo de casos extraños nos ayudan a identificarnos con otras mujeres y a entender un poco más estos padecimientos poco conocidos. Si tú tienes una historia similar o conoces de alguien que encontró ayuda para su problema, por favor compártelo con nosotras.
 

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