Regresar a correr me devolvió la paz

Regresar a correr me devolvió la paz
Instagram / Ale Vidal
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Tenía nueve años cuando, decididamente, le dije a mi mamá que ya no quería ir a clases de ballet; no era lo mío. Y es que ella, siendo bailarina de toda la vida creyó que yo había heredado ese don, cosa que no sucedió.

 

Sorpresivamente, un año después, llegó una señal que no podía dejar pasar desapercibida, y hoy a mis 28 años sé que no ignorarla fue la mejor decisión de mi vida.

 

 

 

 

Se acercaba el Día del Niño, yo ponía atención en mi salón de clases de primaria cuando la directora tocó a la puerta junto a una desconocida, quien de inmediato se presentó como una entrenadora de atletismo, y quien venía a invitarnos a correr 2km con el fin de festejarnos.

 

¿2 km? Pensé. ¿Qué tan difícil puede ser? Soy muy buena dándole dos vueltas corriendo al patio en mi clase de Educación física. Sonaba razonable.

 

Al llegar a casa le di la noticia a mi mamá que casi colapsó cuando le mostré mi inscripción. “¿Cómo vas a correr todo eso?”, me dijo. “Jamás lo has hecho…”

 

 

 

 

Con lo que ella no contaba es que ese era mi don.

 

Llegó el día de la carrera y claro que mi mamá me llevó, sus ganas y amor al apoyarme siempre han sido las mismas. Jamás me ha dejado sola y siempre ha confiado en todas mis decisiones.

 

Calenté un poco, estiré y me paré en la línea de salida. Sonó el disparo corrí sin preocuparme por nada. En ese momento no había técnica, respiración sincronizada, conteo de pulsaciones, solo muchas ganas de correr sobre el pavimento y escuchar a las personas que gritaban apoyándome con cada paso que daba.

 

¡Por fin llegué! Lo logré. Mi mamá preocupada me recibió en la meta, pues quizá temía que en el primer kilómetro claudicara.

 

A partir de ahí decidí que el atletismo era parte de mi vida y que no dejaría de serlo, por lo que dediqué mis días a entrenar como si no hubiera mañana.

 

 

 

 

Seguí haciéndolo los siguientes 17 años, hasta que una lesión de gravedad me detuvo. Dos ligamentos rotos y el hueso trabecular de mi pie izquierdo fracturado.

 

Fueron seis meses de dolor en el corazón, sí, me dolía más que el pie. Haber dejado mis entrenamientos, las carreras y a las personas que corrían junto a mí fue un golpe al hígado.

 

Resonancias magnéticas, doctores, rehabilitación eran los únicos pendientes que había en mi cabeza. No competencias, ni chequeos, todo era enfocarme en mi recuperación.

 

Por fin llegó el día, después de meses alejada del furor de correr, mi pie se sentía mejor, y anímicamente todo era positivo nuevamente.

 

 

 

 

Un domingo me puse mis tenis y corrí nuevamente. 2 kilómetros para ser exacta, los mismos con los que comencé mi vida de corredora

 

Ahora estoy en otra etapa de mi vida como tal. Recordé lo que inspira correr, y supe que en mis manos estaba compartir esa inspiración con los demás.

 

Actualmente escribo en el blog de Soy Corredora, donde además de escribir técnicas de entrenamiento, comparto experiencias e historias que me recuerdan que por más que aleje mis pies del pavimento, siempre regresaré a él a que me devuelva la paz.

 

 

 

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